Bocetos de culto al padre y al hijo.
Por: Adrián Martínez
Los poetas malditos son grandes y muertas manos que han saltado generaciones y han mantenido su éxito. Los músicos de leyenda, esos que a los veintisiete años mueren, o que simplemente son inmortalizados más allá de su carne por sus hits veraniegos, de listas de Billboard; son tratados como verdaderos ídolos. Ídolos de la moda. El culto es otra cosa, descendamos por las escalas de fama en los músicos muertos en la segunda mitad del siglo veinte y tenemos otros que se han mantenido vivos de otras maneras. Nos encontramos bajando por personajes como Sid Barret, luego Brian Jones, Keith Moon, por lunáticos como Daniel Johnston por bandas desaparecidas como The Monks, otras que aún viven como Swans, cultos a los vivos, a los muertos y a los congelados. Sectas reservadas para quienes encajan perfectamente en los zapatos de todos ellos.
Dentro del Folk experimental, se encuentra el ejemplo de Tim Buckley, muerto de una sobredosis de cocaína a los 28 años. Prolífico y atormentado dejó un legado que ha sido de culto para coleccionistas de vinilos del género, y que se vio revivido por su hijo, Jeff Scott Buckley, al que abandonó al poco tiempo de nacer y que tomaría por nombre Scott Moorhead por su padre adoptivo. Jeff conoció a su padre a la edad de ocho, y después de su muerte en 1975, tomó su apellido y verdadero nombre. Estudió música en Hollywood donde se graduó en 1984 y en 1990 se muda a New York donde Nusrat Fateh Ali Khan, músico indo-pakistaní de Qawwali fue su mentor. Durante este tiempo conoce a Herb Cohen, manager de su padre quién lo impulsa para iniciar su carrera musical con un tributo a Tim en 1992 al lado del guitarrista de blues Gary Lucas. De esta forma salta a la fama del culto de seguidores del mismo y logra lanzar en 1995 su único disco llamado Grace, objeto de culto para una nueva secta dedicada al hijo.
Scotty (como le llamaban sus amigos) murió el 29 de mayo de 1997 a los treinta años, ahogado por una fuerte corriente en un río de Memphis, donde se había instalado para terminar de grabar las maquetas para su segundo disco que se llamaría: My sweetheart The Drunk. El hecho tuvo poca cobertura mediática en el momento, y como otros artistas de culto, ha obtenido seguidores póstumos yendo de oído a oído. Diez años después, Sony lanza varios dvds de su único tour mundial, una biografía doble del padre y el hijo, y produce una película que será lanzada en 2013.
Con más de treinta demos en la congeladora, la madre de Jeff, Mary Guilbert decide lanzar una versión bocetada llamada: Sketches for My Sweetheart The Drunk lanzado en 1998 por Columbia Records. Se trata de un disco doble de noventa y un minutos de extensión, que pasa por las últimas grabaciones de estudio en Manhattan, colaboraciones, lados-b, covers y demos de cuatro pistas que grabó en su casa de Memphis.
De la misma forma que un boceto de algún artista visual puede ser subastado por miles de dólares por ser una ventana extrañamente personal al trabajo de experimentación y creación de un artista, las canciones de ésta recopilación son un testamento, una gota pura en un océano de sonido grunge y britpop que inundaba la década.
El primer disco contiene aquellas piezas “terminadas” y mazterizadas posteriormente a la muerte del cantante y guitarrista por sus amigos del medio. Actúa como testimonio unificador entre el trabajo de fusión de géneros que lo caracterizó en su carrera -pero que no le satisfacía para aquel segundo álbum, y el sonido en gestación que forma el segundo disco. Estas piezas de estudio varían entre críticas magníficas al gobierno estadounidense de Bill Clinton en medio de su aventura con Mónica Lewinsky y la falta de autorespeto de los seres humanos en The Sky is a Landfill. Luego se muestra un ejemplo de R&B en Everybody Here Wants You, único sencillo promocional de la colección de bocetos. Opened Once y Morning Theft son dos baladas cortas y sumamente biográficas de la vida romántica de Jeff, sumamente emotivas y capaz de evocar alguna lágrima en vísperas de una ruptura amorosa. Yard of Blonde Girls (cover de The Nymphs), Nightmares By The Sea y Witches Rave son tres piezas de rock alternativo, con matices de punk, post-punk, y rockabilly que pegan sus estribillos rápidamente al oyente. También fueron incluidos dos temas más ambientales, etéreos y de construcción experimental: New Year’s Prayer y You & I. Vancouver es incluida en una versión con vocales que solo había sido escuchada en vivo.
Es notable la calidad de las piezas, las nuevas instrumentaciones y los vivos acordes de jazz o vocalizaciones interlineales que se usan en ésta primera parte, no nos presentan la frustración de ver los verdaderos bocetos de lo que sería la siguiente movida del ahora artista de culto. El segundo disco recolecta dos mezclas originales piezas de la primera parte: New Year’s Prayer y Nightmares By The Sea. Luego vienen ocho demos. Escucharlos es una experiencia fantasmagórica, pero al mismo tiempo tan viva y cercana, una mirada a piezas mucho más poéticas, sucias, crudas. Piezas que son memoriales, añoranzas de regresos a NYC, esperanzas políticas y sociales, deseos carnales y confesiones pasionales que desgarran las telas delgadas de los tímpanos entre agudísimas notas que muestran el rango vocal de Jeff, de unas cuatro y media octavas –escuchar Gunshot Glitter y Meteor Suicide Murder Slave es una experiencia lo mismo escalofriante que reveladora. I Know We Could Be Happy (If We Wanted To Be) es otro de los apuntes personales sonoros de Jeff, otra oda a la relación terminal que sostenía con Joan Wasser, su novia desde que se mudó a New York.
Quizás el apunte más escalofriante que hizo Jeff, fue la última pieza contenida en el álbum doble, un cover de una canción clásica de blues llamada: Satisfied Mind grabada en las sesiones tributo a su padre en 1992. Junto con Grace, del álbum del mismo nombre, son obras que parecen premonitorias por tratar en ellas la misma muerte anticipada por el artista. Satisfied Mind, se muestra a diferencia de Grace, sin prisas, relajada. Una declaración sobre las cosas que realmente importaban para él y sobre su partida. Extraña coincidencia su muerte, la muerte de su padre, la tranquilidad de éste clásico indiscutible y la noción de que morir ahogado es una muerte llena de paz, llena de agua, pero llena de paz:
“Mis amigos y mis seres queridos, los dejaré a todos, sin duda.
Pero una cosa está segura, cuando llegue mi tiempo,
Dejaré este viejo mundo con una mente satisfecha.”
Es así como se sella un pacto para un culto separado del padre, es así como el Mistery White Boy se inmortalizó en una tragedia familiar sin fama, apareciendo de tanto en tanto, asomando la cabeza entre los grandes y patéticos ídolos de los 27 años, de los grandes del rock, esperando que alguien llegué ahí solo por la música.
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