viernes, 23 de noviembre de 2012

Por: Adán Orlando Valadez Sánchez
En la actualidad la música electrónica tiene muchos cristales con los que es mirada; al parecer, esta música es para muchos chocantes sonidos como “el punchispunchis” y los afamados éxitos antreros de fin de semana; la cultura de los rave´s dista mucho de ofrecer un panorama real de esta música por la extensa variedad de géneros que existen y de los cuales tenemos poca oportunidad de conocer a fondo.
Muchas veces hay personajes que por el hecho de estar en un escenario, con los reflectores encima, aparecen con computadoras y sienten que ponerle PLAY a la música que ellos prefieren, se convierten por antonomasia en Disc Jockey (DJ), ignorando por completo los procesos desde la adquisición de discos de acetato – vinilos – hasta la necesidad de tener una consola mezcladora de 2 canales por lo menos, para hacer lo que hacen los dj´s: mezclas reinventadas sobre las melodías originales.
Aunque no todas las personas conciban la música electrónica de esta forma, esta es una idea que confirmo gracias a la experiencia que he tenido al asistir a diversos eventos de música electrónica en mi vida.
En la actualidad, como sabemos, de cada género musical hay X número de variantes, cambiando en firmas, formas y modos de componer; lo que llama mi atención es la composición de “paisajes sonoros”, en particular en la escena japonesa con Masami Akita mejor conocido como Merzbow.
Merzbow se ha dedicado a editar discos (con disqueras independientes solamente) desde 1979, teniendo cerca de 350 discos en los cuales, hay influencias tanto del rock progresivo como del free jazz, música clásica, música concreta, música serial, BDSM y bondage japonés, Noise y diseño de audio digital.
Su trabajo más reciente, titulado "Victoriaville Mai 2011" al lado de Richard Pinhas y Wolf Eyes nos demuestra como el llamado Noise, que está tan emparentado con el actual ritmo de vida de las grandes metrópolis, lejos de estar peleado con la armonía y con el “Buen gusto musical” nos da un derroche de energía y vigorosidad al dotar a instrumentos como guitarras electricas, saxofones, voces y baterías una pesada carga que a lo largo del disco – que dura un poco menos de una hora, con dos canciones solamente – da a entender cómo es que la armonía no esta peleada con la atonalidad; es una cuestión de ordenamiento de ideas, sudor y esfuerzo.
Sin duda este trabajo no deja nada qué desear; con altibajos, con precipicios sonoros y con una cómoda y cálida sencillez nos demuestra una vez más por que el noise también se puede disfrutar sin padecer dolores de cabeza.

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