domingo, 18 de noviembre de 2012

Por: Eduardo Rosales Urbina
Homofobia campirana da sabor a la Muestra Nacional de Teatro.
Es lunes 12 de Noviembre y me encuentro en el acceso al teatro del IMSS en la ciudad de San Luis Potosí en el marco de la 33va.  edición de la Muestra nacional de Teatro. Observamos el telón completamente abierto, y en contraste con el duro frío con que nos recibió la ciudad, nos encontramos con una escenografía totalmente cálida hecha totalmente de madera un poco ruda y tosca pero con una conformación plástica totalmente interesante ya que además se encuentra a unos 25 grados de inclinación (a ojo de buen cubero) con ayuda de gatos hidráulicos en uno de sus extremos.  Después de 10 minutos de espera contemplando aquella bella pieza, sobre el escenario aparece el primer actor en escena (Pedro de Tavira) con un soliloquio que nos adentra en la historia de su personaje Tom, un chico completamente de la ciudad que mantenía un romance gay con otro joven, cuyo nombre no es mencionado en toda la puesta, pero que había sido criado en el campo a lado de su madre Agathe y su hermano Francis, de esta manera la relación homosexual se llevaba a cabo parcialmente a escondidas ya que Francis había descubierto años antes el secreto de su hermano cuando un chico se le había acercado en un bar y le había platicado que mantenía una relación amorosa con el ahora difunto, esto desata la furia de Francis y le desfigura el rostro a puñetazos algo que años después él mismo recordaría de una manera triste y llena de arrepentimiento. Tom nos anuncia su próxima visita a la granja para dar las condolencias a la familia del recién finado pero al llegar se encuentra con las amenazas de Francis quien le hace notar que deben hacer todo lo posible por evitar que la Agathe se entere del secreto más profundo de su hijo muerto. Tom se queda unos días de visita y es adentrado a un mundo completamente diferente al que está acostumbrado y es iniciado en las tareas de la granja que incluyen la ordeña y la limpieza del establo entre otras, en este proceso Francis abusa físicamente el Tom en múltiples ocasiones destrozándole las muñecas, atándolo de los pies y metiéndolo en un pozo de desechos etc. Hasta que poco a poco van coexistiendo juntos dentro de la granja. La puesta en escena toma tintes cómicos cuando en el afán de esconder la homosexualidad de su hermano, Francis obliga a Tom a que finjan que el verdadero amor del difunto era una chica llamada Helen que es extranjera y no habla ni un poco de español.
La trama de la historia es llevada con mucha limpieza y con el ritmo preciso que requiere el texto. La escenografía se transforma por medio de bisagras en un establo, un salón de ordeñan, la cocina, una habitación y en demás lugares de la granja de tal suerte que parece un trozo de papel que se va desdoblando en cada ocasión para recrear un espacio diferente. El manejo del espacio es controlado con maestría y los actores nos llevan a creer que sobre el escenario se encuentran más elementos de los que realmente están sobre él, nos dan un paseo por los lugares más recónditos de la granja en donde incluso podemos presenciar el nacimiento de un becerro sin necesidad de tenerlo sobre el escenario, sino por el buen manejo de la palabra y la acción de los actores que indudablemente nos coloca dentro de la ficción que han creado.
Tom en la granja nos presenta una crítica a la homofobia y en como la abordan unos granjeros al momento de presentarse un caso de homosexualidad en el seno de su familia. Una comedia fina que nos mantiene en reflexión algunos minutos después de terminar la función. Así esta puesta en escena da un gran sabor a la insípida impresión que hasta este día había tenido de la Muestra Nacional de teatro.

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