lunes, 22 de octubre de 2012



¿La realidad en lo abstracto?
Por: Mateo Trueba
Hamlet: ¿No ves algo allí?
Reina: Nada; pero veo todo lo que allí está.


            Hace poco le mostré a un primo la pintura  Untitled (1953) de Mark Rothko y le pregunte:
-¿que ves?
-¿Pues qué de qué? no veo nada, son puras líneas.

            Sí, son puras líneas, trazos de color que al parecer no tienen nada de especial, pero ¿qué tiene entonces de especial la pintura de Mark Rothko que lo ha hecho tan...? Analizar esto nos llevaría a un sin fin de debates sobre la estética y demás teorías sobre lo bello, pero en realidad no hay necesidad de tal cosa.
            Marcus Rothkowitz (1903-1970) nació en Dvinsk, Rusia, pero a la edad diez años se estableció en Portland, Oregon junto con sus padres y sus hermanos. Rothko cursó un par de años en la Universidad de Yale, después decidió trasladarse a Nueva York. Fue ahí donde tuvo un acercamiento a la pintura y tomó clases con pintores reconocidos como Max Weber, George Bridgman y Arshile Gorky.
            Inspirado en pintores como Milton Avery y Pierre Bonnard, la pintura de Rothko tomó un carácter totalmente alejado de lo abstracto, sus primeras pinturas me recuerdan al fauvismo por su gran gama de colores, lo que demuestra la gran habilidad que tenía Mark en el manejo de la paleta y su aplicación en la tela. Fue hasta el año de 1940 donde el pintor cae bajo la influencia de Joan Miró y Giorgio de Chirico y comienza a crear un tipo de pintura abstracta muy singular que poco a poco fue modelando.
            Los lienzos de Rothko consisten principalmente en grandes rectángulos verticales de casi dos metros de altura donde muestra un fondo monocromático sobre el cual “flotan” uno, dos o más rectángulos de menor tamaño y distinto color. Esta combinación de colores provocan una sensación muy agradable al observar los lienzos y he ahí el éxito de  las obras de Rothko: la organización, su sencillez, la abstracción y la gran técnica en la aplicación del color.
           
            No hay pintor que se salve de las críticas, pero Mark Rothko ha recibido varias sumamente curiosas. Una vez un crítico de arte describió las obras de Rothko como “paredes de primera clase donde se pueden colgar otras pinturas” lo cual en realidad es cierto. Hay una crítica en especial que resulta inusual en el libro: Mark Rothko: temas de abstracción (1989) escrito por Anna Chave profesora de arte y teoría contemporánea en la Universidad de Nueva York. La profesora compara la obra de Rothko figurativamente, es decir, dice que en sus cuadros se puede apreciar la forma de una “piedad”, si, una piedad como la de Miguel Angel. Incluso llega a afirmar que especialmente en la pintura Untitled (1953) está representado un entierro, argumentando que la franja negra que atraviesa el lienzo de lado a lado no es más que el ataúd enterrado.

            En la obra de Rothko no hay nada que analizar no hay nada en ellas en realidad, no es un ningún palimpsesto (raspado de nuevo) donde este alguna pintura escondida bajo la que observamos, creo que la pintura de Rothko es solo una pintura, no es ningún misterio que resolver ni ningún texto secreto. Observemos su obra como lienzos que ofrecen un valor estético puro a la vista y nada más.

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