lunes, 15 de octubre de 2012

Teatro y algo de historia virreinal
Por: Eduardo Rosales Urbina
Un pasaje muy interesante de historia virreinal fue lo que pudimos presenciar el pasado 23 de Septiembre en el teatro bicentenario.  La Expulsión es una pieza muy rica en signos acerca del destierro de los jesuitas de tierras mexicanas, por el mandato de Carlos III, bajo el argumento de que dicha congregación cometía prácticas impúdicas y profanas. Escrita por José Ramón Enríquez y dirigida por Luis de Tavira, la puesta en escena tiene una duración de 180 minutos y  está dividida en 2 actos (con un intermedio) y 13 cuadros, la dramaturgia está basada en hechos y personajes reales como francisco Xavier Clavigero, José Ignacio, José de Gálvez entre otros, además de estar escrita la mayor parte en verso y en las palabras del autor: “la mayoría con las palabras exactas o en su defecto conteniendo al máximo el vuelo de la imaginación para dar a los espectadores elementos precisos para elaborar su juicio”. El montaje resulta ser una máquina que nos transporta a muy variados escenarios del siglo XVIII llevándonos desde Tepotzotlán hasta una habitación en Bolonia, Italia, pasando por una aduana en el puerto de Veracruz y el patio del convento e Santa Catarina en Puebla por mencionar algunos. El manejo de la escenografía es llevado a cabo con una maestría impresionante en donde se hace un juego muy interesante a partir de cubos colocados a los lados del escenario que se deslizan para conformar los elementos necesarios para cada cuadro, creando balcones, columnas, gradas y un sinfín de elementos arquitectónicos que enriquecen cada escena y le aportan un altísimo nivel plástico, elementos que se ven enriquecidos aún más con el trabajo de iluminación que en conjunto conforman una mística que está presente a lo largo de toda la obra.
El montaje cuenta con un gran elenco, sobrepasando los 20 actores en escena que aparecen ataviados y maquillados de una buena forma en cada uno de los cuadros. También se pueden presenciar varios números musicales por un coro de jesuitas en donde entonan algunos cantos tradicionales de dicho grupo religioso lo que aporta un momento sumamente emocionante a la puesta en escena. Por otro lado aunque los 13 cuadros son ejecutados de muy buena manera por parte de los actores, hay momentos en los que el ritmo cae notablemente haciendo al montaje un poco soso y aletargante.
La Expulsión es una muestra clara del trabajo de Luis de Tavira y una inmejorable oportunidad para exponernos su visión de la sacralización del teatro y el milagro de la transmutación del actor en su personaje.

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