Ricardo III.
Titulo
original: Richard III.
Año:
1995.
Duración:
107 min.
País:
Inglaterra.
Director:
Richard Loncraine.
Guión: Richard Loncraine &
Ian McKellen.
Música:
Trevor Jones.
Fotografía:
Peter Biziou.
Género:
Drama histórico.
Hablando de literatura, adoro
el género dramático, pero no cualquier drama llena mis expectativas, soy una
apasionada del drama inteligente, el que obliga al lector a apurar un poco la
lectura, para descubrir el desenlace del libro, sin consolarlo con un final
estereotipado. Desgraciadamente muchos estudios de filmación han tratado de
llevar estas obras a la pantalla grande, sin lograr nada más que mediocres
ensayos, que no hacen más que destazar partes “esenciales” de la trama. Al ver
el título y la sinopsis de la película, pensé que sería un kilo más de carne
molida, sin pies ni cabeza, pero me lleve una grata sorpresa noventera.
El film Ricardo III es
dirigido por Richard Loncraine, quien en colaboración de Ian McKellen
escribieron la adaptación, basados en la puesta en escena que lleva el mismo
nombre y que fue escrita por William Shakespeare en siglo XVI; en esta versión
cinematográfica la historia es grácilmente trasladada a la Inglaterra de 1930,
e inteligentemente embonada con una situación política que poco a poco se
convierte en una especie de Tercer Reich inglés, gracias a una serie de
estrategias y ardides empleados por Ricardo (Ian McKellen) para hacer a un lado
a todos los herederos que le impedían ser rey.
En una paleta de colores que
comienza con tonos pasteles, utilizados al inicio del largometraje y que
transmiten la sensación de “armonía” en las escenas de familia, conforme la
trama se transforma poco a poco junto con los diálogos, las tonalidades se
vuelven profundamente frías, interrumpidas ocasionalmente por contrastantes
rojos en algunos elementos estratégicos de escenografía, vestuario, utilería y
maquillaje, piezas que además son obsesivamente recreadas a la perfección hasta
los detalles más mínimos del contexto histórico de la época. La actuación
estrella de Ian McKellen logra inmediatamente una maliciosa empatía con el
público, a través de sus monólogos de villano en los que interviene
frontalmente a la cámara, habla con la audiencia desbordando carisma, astucia y
frivolidad, todo esto con una notable naturalidad, que es acompañada de una
excelente selección de casting que logran representar la imagen emocional
interna y externa de cada uno de los personajes que intervienen durante los 112
minutos de cinta.
Premiada con el Oso de Plata
a mejor director, Ricardo III es una apuesta arriesgada que rindió sus frutos y
logro convertirse en un largometraje intenso, clásico y ágil, que aunque
originalmente fue escrito hace poco más de cinco siglos, continua siendo un tema
actual y una burla mordaz a la sociedad.
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