viernes, 11 de octubre de 2013

Por: Rodrigo V

Amor y su visita demoníaca.

¿Qué será más interesante, pensar que Guadalupe Amor solía tener una gran lucidez e imaginación para crear sus versos, o que realmente era víctima posesa del demonio?
En ésta poesía “Visitación del demonio”, nos deja entrever sus inquietudes, jugando con lo profano, lo espiritual y lo humano, dándonos esa mezcla de rima, eufonía en sus versos tan armoniosos para el oído, se disfruta; su lexicología es más metafórica, que se rige casi en la totalidad de ésta pieza en alegorías.
Su métrica no es exacta como en el caso de alguna décima o algún soneto (refiriéndonos a separación silábica), pero tiene estructura, está fonéticamente construida para tener esa fluidez  al lector y al mismo tiempo evocarlo a la interpretación de la autora.
A pesar de su forma estrafalaria de versificación y de expresión, manifiesta congruencia de principio a fin, nos justifica los orígenes del poema y nos da un clímax en todo el escrito, no dejando palabras sueltas, ni ambigüedades de su inspiración.
Incitante es éste poema, tanto que se puede releer una y otra vez, es un deleite total, un escrito que realmente recomiendo conocer.
Dejo la poesía escrita y un video con el mismo recitado por la misma Guadalupe Amor

Visitación del demonio.


En mi noche ha venido
el demonio celoso a visitarme,
su presencia he sentido,
pero en vez de quemarme
con su fuego ha logrado congelarme.

No puedo recordar
el clima de la noche visitada,
pero puedo jurar
que mi mente enervada
ha servido al demonio de morada.

En la noche me pierdo,
hoy mi noche no tiene convulsiones,
y con todo  recuerdo
las temibles uniones
con el tordo creador de las pasiones.

Mas una cosa extraño,
¿cómo si pude resistir su ardor,
su infinito tamaño,
aún ignoro el color
que tiene el enemigo abrazador?

Que tal vez el maligno
en la forma de dios vino a turbarme,
y el fulgor de su signo
consiguiendo cegarme,
impidió que pudiera cerciorarme

¿Más podrá ser acaso
del color de la noche en que lo miro,
un inmóvil ocaso,
el vacío en que giro,
la hueca oscuridad en que deliro?

Pero puede ser rojo
y tener la estructura de mis venas,
puede ser el arrojo,
las ardientes cadenas,
las moradas de fuego siempre llenas.

¿Y si fuese lo verde?,
la cobarde esperanza y el deseo,
lo que siempre se pierde
ese cielo que veo,
y de tanto mirarlo en él no creo,

¡pero NO que locura!
el demonio no tiene estos colores
no es la negra tortura,
ni los rojos ardores,
ni tampoco los áridos verdores,

Intensamente pálido,
revestido de gris indiferencia,
cauteloso y escuálido,
sin fuerza ni violencia
va derramando su plomiza esencia.

De mi noche despierto,
y el misterio por fin he descifrado,
su color es de muerto,
sólo es polvo formado,
¡por mi pensante polvo desquiciado!



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