lunes, 18 de noviembre de 2013

“Hasta los huesos”

POR: Carla Magali Hernández Vázquez


(…) Frente a ella nuestra vida se dibuja e inmoviliza.
 Antes de desmoronarse y hundirse en la nada,
se esculpe y vuelve forma inmutable:
ya no cambiaremos sino para desaparecer.
Nuestra muerte ilumina nuestra vida.
Si nuestra muerte carece de sentido, tampoco lo tuvo nuestra vida.[1]

Octavio Paz


El mexicano se siente orgulloso de tres cosas que componen su historia y vivir diario: el charro, el tequila y la muerte. Elementos que nos unifican e identifican, que consolidan la identidad nacional e inmortalizan el sentir de cada uno de nosotros. Componentes que juegan y se entrelazan en cualquier lado, en cualquier forma, dominando el paisaje cultural urbano del país entero.

El cortometraje “Hasta los huesos” dirigido por René Castillo en el 2001 retrata extraordinariamente uno de los aspectos más sobresalientes de nuestra cultura, la concepción de la muerte representada por la Catrina, acompañada por un buen tequila y  uno que otro “sombrerudo” en el más allá.
Producida por el  Instituto Mexicano de Cinematografía, Calavera Films, Secretaría de Educación Pública, Fondo Nacional para la Cultura y las Artes, entre otros, fue galardonada con doce permios a nivel nacional e internacional.
“Hasta los huesos” es una breve y divertida producción de poco más de diez minutos, donde un hombre que muere y es enterrado por sus seres amados viaja al más allá, a su nuevo lugar de residencia, perseguido por un gracioso gusano que desea comerlo, se encuentra en ese extraño lugar con un sinnúmero de alegres calaveras que gozan, bailan y disfrutan de la vida, o, mejor dicho de la muerte.

Desde el inicio de la producción el colorido y júbilo se apoderan de tus sentidos, la fiesta y el  baile de los muertos reflejan la alegría de nuestras tradiciones, ese mundo de fantasía y misterio que se presenta inevitablemente me hace  recordar aquellos nuestros que ya se fueron, aquellos queridos que se nos adelantaron, despierta mi imaginación ¿Cómo será allá donde ellos están? ¿Así de bien se lo han de pasar? .
Sin embargo el momento más memorable del cortometraje, la sensación más poderosa que experimenté no podía ser reproducida por alguien menos importante, la Catrina, aparece en plena verbena ataviada como nos la describe Rivera aquella tarde en la Alameda, “La llorona” suave y dulce melodía brota de sus labios remontándonos al más placentero y delicioso sueño, fría noche bajo su rebozo, sensación extraña que rodea nuestro ser.
Para finalizar, para entregarse a la muerte al fin, el protagonista de “Hasta los huesos” acepta bailar con la Huesuda, ese último baile que ofrece al universo, donde acepta su muerte tomando un buen trago de tequila, ofreciendo su cuerpo a los gusanos y su alma a la fiesta.
“Hasta los huesos” deja impresa la emoción más hermosa y complicada, jugando con la dualidad vida-muerte sin olvidar la picardía del mexicano, te deja considerando seriamente la idea de ese último baile, que, irremediablemente llegará para todos sin excepción, la cuestión solamente es ¿prefieres un tango o un buen cha cha cha?



[1] Paz, Octavio. “El laberinto de la Soledad” 1950

1 comentario:

  1. Me gustó en general la crítica, pero disiento enormemente de la ontología del mexicano que describes: salvo la muerte, que sí reconozco en mi herencia cultural, ni el tequila ni (mucho menos) los charros me definen ni me identifican, al igual que a muchos de quienes hemos nacido en este país.
    Hay mucho lugar común en esas afirmaciones y creo que una de las responsabilidades de nuestra carrera es, justo, ir más allá de ellas.
    Excepto el primer párrafo, tu texto me gustó de nuevo.

    ResponderEliminar