Naqoyqatsi
Godfrey
Reggio / Philip Glass (2002)
Por: Carlos H.
Babún
La pequeña torre de Babel pintada
por Brueghel desborda el lienzo. El horizonte se hace curvo, la nube se engrosa
y avanza mientras el edificio toma cuerpo. Un zoom nos acerca a una de sus
pequeñas ventanas pero, antes de cruzarla, un fade oscurece la pantalla. Sin embargo es muy tarde y la ambición
de traspasar los límites de lo humano parece haberse cumplido.
Con
Naqoyqatsi[2],
y a veinte años de haberla comenzado, Godfrey Reggio cierra la trilogía Qatsi, que en lengua hopi significa
vida. Sin textos, diálogos ni voces, esta serie de películas construye un
discurso basándose en imágenes impactantes y en la música, compuesta para las
tres cintas por Philip Glass.
En
la primera película, Koyaanisqatsi[3] (1984),
Reggio muestra como las sociedades industrializadas se han enajenado de la
propia naturaleza, viviendo en un tumulto caótico y desequilibrado. Powaqqatsi[4]
(1988), la segunda cinta de la serie, exhibe la manera en que el llamado
“Tercer Mundo” es absorbido, consumido y escupido por las mega-ciudades
primermundistas. En Naqoyqatsi, en
cambio, el escenario ya no son ni el Norte ni el Sur global, sino el mundo
virtual y tecnológico.
Para
esta tercera producción ya no se grabaron escenas de la naturaleza, de pequeñas
aldeas ni de grandes ciudades, sino que se reutilizaron un sinfín de videos,
comerciales e imágenes de archivo, todos ellos creados, retocados o
reconstruidos en computadora, en absoluta congruencia con el discurso que el
director propone.
El
lenguaje universal es reencontrado a través de los códigos binarios y la
naturaleza ya no es más el soporte de la vida. Una lluvia digital erosiona los
restos de la edad clásica y sobre los escombros de la Modernidad se erige una
cumbre de pixeles, una nueva torre de Babel. Lo humano se vuelve obsoleto y
deja de ser el centro de lo social. El lugar es ocupado por la tecnología y su
capacidad de expandir los límites orgánicos de la vida.
Los
cuerpos se descomponen en un mar de ceros y unos que a su vez componen nuevas
formas, nuevos símbolos. Un sinfín de circuitos telemáticos conforman redes y
flujos. Las imágenes son sólo eso, espectros de lo vacío, reminiscencias de lo
ausente. Planos, coordenadas, locaciones; ecuaciones matemáticas, precios en la
bolsa de valores, constantes descargas eléctricas que van y vienen. Pasillos de
ordenadores y una masa de aficionados en un estadio se confunden. El cuerpo
humano como máquina mejorable, como espectáculo superfluo o como objeto de
deseo en la publicidad, pero sólo como eso, ente ajeno a nosotros mismos.
La
materia entonces se vuelve innecesaria, sobra, estorba. Trascender de lo
orgánico a lo virtual implica beligerancia hacia aquel cuerpo pesado que ata e
impide fluir. Como si el Golem, versión sombría y sin alma de su creador, acabara
matando a su propio progenitor.
Para
Reggio la sociedad posmoderna ha asumido como forma de vida la guerra contra sí
misma. ¿Será esto una visión delirante o paranoica? Como sea Naqoyqatsi resulta ser una pesadilla
fascinante.
Sitio
oficial
de la película
[1] “El principal acontecimiento del
siglo xx es la superación de la
materia”. Dyson, Gilder,
Keyworth y Toffler, Cyberspace and
the American Dream: A Magna Carta for the Knowledge. http://massis.lcs.mit.edu/archives/reports/magna.carta.knowledge.age
[2] na-qoy-qatsi: (de la lengua Hopi) nombre. 1. matarse unos a otros; 2. la
guerra como forma de vida; 3. “violencia civilizada”
[3] ko.yaa.nis.qatsi
(de la lengua Hopi), nombre. 1. vida loca; 2. vida en tumulto; 3. vida en
desintegración; 4. vida desequilibrada; 5. una condición de vida que clama por
otra manera de vivir.
[4] powaqqatsi (del idioma Hopi, powaq = hechicero + qatsi = vida). s., una entidad, un
modo de vida, que consume las fuerzas vitales de otros seres para favorecer su
propia vida.
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